Es un lugar que a mis abuelos les hacía recordar a su pueblo natal en España. Es donde pasábamos vacaciones y momentos hermosos con mi hermano y ellos.
Mi abuelo se dedicaba íntegramente a la casa, todo el tiempo la estaba agrandando. Que una galería cerrada, que se convirtió en living con camas. Que una pieza más para más camas, la idea era que estuviera toda la familia, que seamos muuuchos durmiendo y compartiendo. Llegaba la noche y de repente se abrían camas por todos los rincones, armarios que desplegaban colchones y así…
Y cuando el espacio para camas les pareció aceptable, hizo parrilla techada y un galpón para herramientas, que era tan grande que seguro entraban algunas camas.
Eran puro trabajo, eran maquinitas de hacer y hacer. Ahora me doy cuenta, eso lo saqué de ellos, no parar, estar todo el tiempo pensando en hacer algo nuevo, claro que cada uno a su manera y con generaciones e ideologías de distancia.
Y la abuela era pura cocina… hacía dulce de leche, dulce de higos, garrapiñadas, de todo y todo rico. Cierro los ojos y me imagino mil fotos o anécdotas en Punta Indio, pero hoy recuerdo con fuerza los desayunos. Cuando nos quedábamos mi hermano y yo solos con ellos, Pepa me traía el desayuno a la cama. De alguna manera yo terminaba amaneciendo en la única cama de dos plazas de la casa y, cuando me veía despierta, aparecía con una bandeja con tostadas con dulce de leche, que ella hacía, y con un café con leche. Leche que seguro habíamos ido a buscar hace unos días, a lo de una señora que ordeñaba la vaca frente a tus ojos y te la daba. Pero lo que más recuerdo de esos desayunos es el amor, brotaban de amor.
.
Hay tantos recuerdos que seguro habrá más historias de las andanzas en Punta Indio.
Y cuando el espacio para camas les pareció aceptable, hizo parrilla techada y un galpón para herramientas, que era tan grande que seguro entraban algunas camas.
Eran puro trabajo, eran maquinitas de hacer y hacer. Ahora me doy cuenta, eso lo saqué de ellos, no parar, estar todo el tiempo pensando en hacer algo nuevo, claro que cada uno a su manera y con generaciones e ideologías de distancia.
Y la abuela era pura cocina… hacía dulce de leche, dulce de higos, garrapiñadas, de todo y todo rico. Cierro los ojos y me imagino mil fotos o anécdotas en Punta Indio, pero hoy recuerdo con fuerza los desayunos. Cuando nos quedábamos mi hermano y yo solos con ellos, Pepa me traía el desayuno a la cama. De alguna manera yo terminaba amaneciendo en la única cama de dos plazas de la casa y, cuando me veía despierta, aparecía con una bandeja con tostadas con dulce de leche, que ella hacía, y con un café con leche. Leche que seguro habíamos ido a buscar hace unos días, a lo de una señora que ordeñaba la vaca frente a tus ojos y te la daba. Pero lo que más recuerdo de esos desayunos es el amor, brotaban de amor.
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Hay tantos recuerdos que seguro habrá más historias de las andanzas en Punta Indio.

