Ayer, 10 de agosto habría sido el cumple de ella, Pepa, el número 100.
Intenté recordar cómo eran sus festejos, si había algo en particular que los hiciera especiales y no. No recordé más que juntada de la familia en el living, como solían ser todos los domingos, que nos juntábamos a almorzar en su casa.
Intenté recordar cómo eran sus festejos, si había algo en particular que los hiciera especiales y no. No recordé más que juntada de la familia en el living, como solían ser todos los domingos, que nos juntábamos a almorzar en su casa.
En general estaban sus 3 hijos y los nietos, dependía de la racha de amistad que pudiera unir o separar las relaciones. Pero los almuerzos de domingos eran siempre ahí.
Mesa larga, mantel y vajilla linda para la ocasión. Comida rica hecha por sus manos, que en general eran fideos que hacía ella. Masa estirada sobre la mesa y con el cuchillo cortaba las tiras. La salsa era de tomate, pero había 3 versiones, una sin cebolla, una sin zanahoria y una completa, para darle el gusto a todos sus comensales.
Si era algún festejo importante, hacía pulpo con papas y garbanzos, acompañado con pimentón, aceite de oliva y una salsa riquísima.
El postre variaba, pero siempre casero. Podía ser flan, panqueques con dulce de leche o torrejas, y se acompañaba con un rico café.
El postre variaba, pero siempre casero. Podía ser flan, panqueques con dulce de leche o torrejas, y se acompañaba con un rico café.
Se levantaban los platos y seguíamos alrededor de la mesa compartiendo charlas y, a veces, algunas partidas de dados o cartas. Mientras algunos se escapaban para dormir una siesta reparadora que nos hiciera bajar un poco todo lo que habíamos comido.
De a poco a la abuela le costó recordar recetas y hacía mezclas extrañas de postres que comíamos igual para que no se sintiera mal. Y los domingos se fueron espaciando... para dejar de ser la cocinera protagonista a ser una invitada más a la reunión del domingo.
De a poco a la abuela le costó recordar recetas y hacía mezclas extrañas de postres que comíamos igual para que no se sintiera mal. Y los domingos se fueron espaciando... para dejar de ser la cocinera protagonista a ser una invitada más a la reunión del domingo.
Pero siempre el amor dando vueltas por la mesa.